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Pequeña oda a Sonrisas y Lágrimas (otra vez): The Sound of Music Live

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En la última oda amenacé con os prometí que habría segunda parte, así que ahí que voy. Y sí, toca darle un repaso a la versión Live, pre-navideña y mega resultona de la NBC.

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Pues eso, que el pasado diciembre a los chicos de NBC les dio por marcarse una representación en directo del musical (versión Broadway, no versión peli) con Carrie Underwood, Stephen Moyer, Laura Benanti, Christian Borle y Audra McDonald.

Os lo creáis o no (de hecho creo que los directivos de la NBC casi que aún no se lo creen) el asunto lo vieron en directo más de dieciocho millones y medio de americanos. Una barbaridad. Resultado: ya preparan otra adaptación. Si ya lo decía Tina Fey hace unas horas: this is Hollywood, and if something kind of works they’ll just keep doing it until everybody hates it.

No pasa nada, muchos precoces odiaron la primera adaptación desde el principio.

sound-of-music-live-carrie-underwoodEntre nosotros, el espectáculo tenía problemas importantes (como la falta de experiencia de Carrie) pero quejarse de que era hortera es como enfadarse por no partirse la caja de la risa con una peli de Lars von Trier.

Algunas cosillas que me pasan por la cabeza más allá de las trenzas y truñi-vestidos de Carrie, los pantaloncitos de Rolf y esas cosas infectas que llevaban en la cabeza los niños Von Trapp:

Viendo la versión de Broadway se aprecian mejor (y se valoran, claro) los cambios en el guión que ya os expliqué que hizo Ernest Lehman y que propiciaron que Robert Wise finalmente se decidiera a dirigir la peli. Por ejemplo, en la peli añadieron I Have Confidence y eliminaron dos números musicales en los que canta la Baronesa (que de hecho no están nada mal, ni el primero ni el segundo).

Muy a favor también de reservar My Favorite Things para la escena de la tormenta en la habitación de María y convertir The Lonely Goatherd en un espectáculo de marionetas. Pero ahí va lo más importante: la incorporación de la escena en la que el Capitán canta Edelweiss y en la que casi podemos ver cómo a María se le va cayendo la ropa interior.

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Gracias, Lehman… porque si bien es cierto que entre Carrie Underwood y Stephen Moyer no saltaban chispas, si hubiéramos visto cómo las tardes en la mansión Von Trapp eran un hervidero musical de tensión sexual, seguramente no se hubiera hecho tan raruno que de repente Carrie y Stephen acabaran escalando montañas juntos. Porque resultaba raruno de narices, y no toda la culpa fue de Carrie, esto es así.

Gracias Anna, yo pienso lo mismo, pero hablemos de twitter. Porque sí, mucho se twitteó esa noche en los estados juntitos. Dice Nielsen que se generaron unos 450,000 tweets que llegaron a una audiencia twittera de de 5.2 million de personas. Vale, a estas alturas todos sabemos que el binomio twitter-televisión funciona más que bien, pero ojo que no es twitter todo lo que reluce y que twitteros no somos todos, que a veces se nos va la olla.

Dicho esto, sí que es verdad que la tendencia que marca el éxito de The Sound of Music Live no deja de ser representativa de los tiempos que corren: sí, cada vez vemos más televisión, pero la vemos menos “en directo”. Y aunque la industria poco a poco se va haciendo a la idea de que para generación y media el concepto “parrilla” es algo así como una cinta de cassette, los anunciantes siguen teniendo sueños húmedos con esos 18 millones y medio de americanos viendo la tele a la vez.

No invento la sopa de ajo, pero salta a la vista que acontecimientos deportivos, espectáculos en directo o pifostios como el The Sound of Music Live se convierten en la esperanza blanca de la televisión síncrona. Y sí, es evidente que ver este tipo de contenidos con el twitter a mano los hace más divertidos: nos convertimos en personas altamente graciosas, nos subimos a nuestro pedestal para poder mirar desde arriba aquello que se emite, y ahí que vamos, y es que la mayoría de twitts sobre The Sound of Music Live se choteaban en mayor o menor grado de los Von Trapp, pero lo importante es que para participar plenamente de la susodicha jocosidad twittera colectiva era necesario estar ahí en ese momento exacto.

Y los que no twittean, que en realidad son la mayoría de esos dieciocho millones y medio de americanos que pusieron la NBC esa noche, seguramente lo hicieron por curiosidad y/o para ver si alguien se equivocaba en directo. Querido señores de NBC: estaría bien subir el nivel para la próxima adaptación, porque la carta de la curiosidad ya la habéis jugado.


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